-Un hilo de campanas- dice la mujer verde y se caen las
muñecas de los estantes. Nada más doloroso que el abandono y rompe en llanto.
Las campanas se muerden entre ellas, lejos, tan lejos que
apenas se perciben en aullidos cristalinos. Y es un lio, tanto ir como venir.
Un par de cuestiones sin sentido me acosan y me quedo parada, esperando. La mujer
verde se saca el lipstick verde con una pasada de mano y pide que me deje
morder. Yo me dejo.
Podría
caer en una pequeña demencia, sólo por un día.
Entonces le hablo rápido: soy alguien que no sabe bien, que
apenas entiende y que quiere ser besada,
devorada y devuelta. Apenas respiro y los ojos cambian de color y eso hace que
me estalle de dolor la cabeza. No deberían cambiar tan rápido. Algo pasa.
Y el hilo de campanas
parece volver, acercarse y me recorre un escalofrío: estoy aterrorizada.
Corro pero no avanzo y esto es una pesadilla. La mujer verde
titila en mis pensamientos como una luz estroboscópica … por favor que me
maten, AHORA MISMO!.
Al borde de una escalera, dudo. Tengo que subirla, escalarla; los escalones se hunden, me hunden y no
puedo parar de llorar y algo me pesa en los brazos y deduzco que está vivo cuando une su llanto al mio.